20 noviembre 2010

El Remix como "apropiación original"

Desde el planteamiento de que "la cultura siempre se construye en el pasado" y que fundamentándonos en este principio el futuro se augura "menos libre", se podría establecer un principio del Remix, como apropiación de apropiaciones con "etiqueta propia", lista para incorporarse a la única y posible originalidad, aquella que es franca y coherente con ese pasado. Aquella originalidad que, planteándose como cuestionamiento y no como valor, al menos se pregunta si miente al pronunciarse como tal.
No sabremos si ésta es la tesis del ciberactivista Brett Gaylor, pero de todos modos, parece interesante abordarlo en este espacio, como una de las múltiples posibilidades (re)pensadas al respecto.
El siguiente fragmento es extraído "desde" el blog compartiendocapital.org.ar, en el que se indican los diferentes links, así como su enlace para poder ver/descargar el film:

RIP: A Remix Manifesto

"El ciberactivista y cineasta Brett Gaylor explora los usos del derecho de autor en la era de la información, abordando el papel de las herramientas de comunicación del siglo XX y la ruptura de la barrera entre usuarios y productores.
El protagonista central de la película es Girl Talk, un creador que elabora su música mezclanco muestras de los éxitos del momento. ¿Pero es Girl Talk una muestra del poder ciudadano o sólo un ‘pirata’? El fundador de Creative Commons, Lawrence Lessig; el ministro de Cultura de Brasil, Gilberto Gil; y el crítico y blogger Cory Doctorow también tienen voz en el documental.
> Desacargar RIP: A Remix Manifesto (739 MB con subtítulos en español)
Muchos segmentos fueron creados por diferentes personas que contribuyeron a través del sitio Open Source Cinema."

También pueden consultar más información en Zonaindie

14 noviembre 2010

¿Una nueva derecha en Chile?

Debemos alegrarnos de que connotados líderes del actual gobierno hayan planteado la necesidad de una “nueva derecha” en Chile. La declaración ha sido proferida por un ministro, un senador y nada menos que por el propio Presidente de la República. La estatura de los personajes no deja dudas sobre la importancia que tal sector atribuye al asunto. Pareciera que el ejercicio del poder confronta al conglomerado de derecha con una serie de tensiones que lo llevan a un reclamo tan radical, solo comparable a la “renovación de la izquierda” tras el regreso a la democracia. La renovación, una suerte de refundación de ideas y perspectivas, es siempre encomiable, venga de donde venga.. El reclamo de renovación denuncia una situación de estancamiento y extemporaneidad respecto de los cambios acontecidos en el mundo y propone, justamente, superar dicha situación; por ello toda renovación promete brisas de primavera.

Una “nueva derecha” en Chile nos trae, de inmediato, a la memoria aquel Manifiesto de la “Nouvelle Droite” escrito en Francia en el año 2000 por Benoist y Champetier, aunque sospechamos que se trata más bien de un alcance de nombre, pues dicho texto es tan contrario al ideario marxista como a las ideas liberales. La “nueva derecha” que proclaman nuestras figuras criollas es, de algún modo, la versión local de un discurso conservador, una derecha con empanadas y vino tinto, algo así como el tránsito de la “vía chilena al socialismo” al “chilean way”.

Hay muchas razones para mostrarse más bien escéptico y pesimista ante la buena nueva de una renovación de la derecha. Por de pronto, el hecho indesmentible de que el actual gobierno del sector sigue fiel a la herencia autoritaria consagrada en la carta constitucional, administrando con “eficiencia” no sólo el ordenamiento económico prescrito por la constitución de Pinochet sino además, aplicando todas y cada una de las disposiciones represivas contenidas en dicho cuerpo legal. A esto se agrega el hecho, no menor, de que todavía, muchos de sus personeros tuvieron una activa participación en los oprobiosos días de la dictadura militar. De suerte que, junto a una discrepancia lógica frente a los argumentos de una supuesta “nueva derecha”, surge la falta de credibilidad en quienes sostienen ese punto de vista.

En pocas, palabras, plantear una “nueva derecha” cuando toda la institucionalidad sigue anclada en el pasado dictatorial, y quienes lo plantean son los mismos que protagonizaron aquellos años de autoritarismo es, por decir lo menos, demagógico. No obstante, admitamos que la actual situación política del país incomoda, en alguna medida, a “algunos” sectores de derecha que anhelan un retorno más decidido a los principios demo-liberales como un modo más “eficiente” de administrar el capital.

Como se sabe, el pensamiento de derechas no es un todo homogéneo y reconoce, por lo menos, tres fuentes históricas, a saber: el fundamentalismo católico, el nacionalismo y una forma sui generis de liberalismo. De tal manera que el reclamo de una “nueva derecha” no significa lo mismo para todos sus adherentes. En el imaginario fundamentalista, la renovación toma tintes valóricos y populistas, mientras que para los neoliberales se trata más bien de una inflexión tecno-económica, una “derecha 2.0”. Por último, el ideario nacionalista está técnicamente excluido del paisaje derechista actual y se mantiene fiel a la “obra” y la figura del dictador Augusto Pinochet.

La derecha chilena está muy lejos de protagonizar aquello que en lenguaje marxista se conoce como una “revolución democrático-burguesa”. La realidad chilena actual no reúne las condiciones de posibilidad históricas en lo económico ni en lo político para esperar un salto cualitativo de la derecha. Plantearse una “nueva derecha” en un país latinoamericano de segundo orden que todavía no se repone de una cruenta dictadura y en un mundo que no acaba de salir de una crisis mayúscula del capitalismo global pareciera más bien un chiste de mal gusto o, repitámoslo, simple demagogia.




02 noviembre 2010

TERRENOS PERDIDOS

Al hilo de una contribución a este blog en agosto pasado, en el que se citaba un artículo de Fieta Jarqué sobre los procesos de clonación como los realizados por Factum Arte, he encontrado este mismo ejemplo utilizado en un libro muy recomendable que acaba de aparecer en español y que toca en diversos puntos la tensión entre original y copia que nos traemos entre manos. Se trata de París-Nueva York-París. Viaje al mundo de las artes y de las imágenes del tan erudito como crítico con las nociones y políticas culturales pre-establecidas Marc Fumaroli, editado en Acantilado.

A este respecto destacaré algún episodio del libro que nos atañe especialmente, como el titulado: "El crepúsculo de los originales, en los albores de los clones digitalizados y comercializados". Hay que destacar que en el libro Fumaroli no olvida en ningún momento que la obra de arte debe ser abordada desde la experiencia vivida fenomenológivamente por el sujeto, y que no puede ser reducida exclusivamente a la condición de etéreo ente visual, es decir, sólo a imagen. Por eso advierte al respecto sobre lo difícil que será recuperar una sensibilidad compleja y sinestésica que está cada vez más acorralada y atrofiada por el imperio de la copia. Cito sus palabras: "Pero ¡qué camino es preciso recorrer en sentido contrario! La conversión del ojo pasivo casi ciego en ojo despierto y sensible que acaricia las formas que ha trazado una mano, absorviendo los valores coloreados que el ojo y la mano del pintor pusieron y dosificaron, es un salto perceptivo tan radical como una conversión religiosa".

Efectivamente, Fumaroli argumenta con una cierta dramatización literaria, pero su advertencia respecto de la triste pérdida de experiencia estética en este entregarse absoluto al medio dominante de la pantalla, o al del código digi-fotográfico, resulta ser muy certera.

Juan M. Moro





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