Al hilo de una contribución a este blog en agosto pasado, en el que se citaba un artículo de Fieta Jarqué sobre los procesos de clonación como los realizados por Factum Arte, he encontrado este mismo ejemplo utilizado en un libro muy recomendable que acaba de aparecer en español y que toca en diversos puntos la tensión entre original y copia que nos traemos entre manos. Se trata de París-Nueva York-París. Viaje al mundo de las artes y de las imágenes del tan erudito como crítico con las nociones y políticas culturales pre-establecidas Marc Fumaroli, editado en Acantilado.
A este respecto destacaré algún episodio del libro que nos atañe especialmente, como el titulado: "El crepúsculo de los originales, en los albores de los clones digitalizados y comercializados". Hay que destacar que en el libro Fumaroli no olvida en ningún momento que la obra de arte debe ser abordada desde la experiencia vivida fenomenológivamente por el sujeto, y que no puede ser reducida exclusivamente a la condición de etéreo ente visual, es decir, sólo a imagen. Por eso advierte al respecto sobre lo difícil que será recuperar una sensibilidad compleja y sinestésica que está cada vez más acorralada y atrofiada por el imperio de la copia. Cito sus palabras: "Pero ¡qué camino es preciso recorrer en sentido contrario! La conversión del ojo pasivo casi ciego en ojo despierto y sensible que acaricia las formas que ha trazado una mano, absorviendo los valores coloreados que el ojo y la mano del pintor pusieron y dosificaron, es un salto perceptivo tan radical como una conversión religiosa".
Efectivamente, Fumaroli argumenta con una cierta dramatización literaria, pero su advertencia respecto de la triste pérdida de experiencia estética en este entregarse absoluto al medio dominante de la pantalla, o al del código digi-fotográfico, resulta ser muy certera.
Juan M. Moro
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