20 septiembre 2010

Dos mitos

Permítanme empezar mis aportaciones con una cita propia de un texto de 2006, titulado "La gráfica en el dominio de lo múltiple: una aportación crítica". En él se encontraba el siguiente apartado que he adaptado parcialmente al tema que nos ocupa:

Dos mitos

Si Dios Padre creó el Universo, todos sus seres y formas de la nada, el primer pronunciamiento del Hijo hecho hombre fue mediante la milagrosa multiplicación de unas humildes viandas. Estos son, en la tradición cristiana occidental, el origen de los dos mitos que estamos considerando. El primero simboliza la creación ex–nihilo de formas singulares y únicas, mientras que el segundo reproduce formas ya preexistentes. La multiplicación de copias es así también un don milagroso y un atributo que nos acerca a los dioses. Y hoy, si cabe, con mayor sentido, pues la capacidad reproductora y multiplicadora desarrollada por la industria genética nos acerca más aún a la divina condición, en tanto potenciales dadores de vida. La clonación, tal vez el principal objetivo de la investigación científica contemporánea, no atañe sino a la multiplicación reproductiva.

El mito clásico del nacimiento de la industria en virtud del ígneo obsequio de Prometeo, completa simbólicamente la definición de dicho don a través del valor esencial que tiene la multiplicación para la existencia y el desarrollo material humano. Pues el fuego hace la fragua, y con ésta nace la industria que permite la producción de objetos a partir del probado éxito de un prototipo. De este acto multiplicativo se deriva el poder para la supervivencia, el dominio y el acomodo del ser humano frente a la naturaleza y su fatal destino. Sobre la industria así racionalizada se ha construido la historia política, social y material humana en todos los sentidos: primero mediante la creación de útiles, bienes y productos de toda índole; después mediante el establecimiento de un sistema económico basado en el acuñamiento y producción monetaria; y, por último, mediante la divulgación fielmente repetida de conocimiento a través de la edición de libros impresos.

Los mitos de lo único (original) y lo múltiple (copia) también tienen su paralelismo simbólico con los regímenes políticos. Así, aplicados a las disciplinas artísticas, es frecuente encontrar ya en el siglo XIX la identificación entre pintura y exclusividad aristocrática. Por el contrario, se establece un vínculo entre la obra gráfica múltiple o la fotografía, y el proceso de democratización de las sociedades. Pero pese al desarrollo que han sufrido estas sociedades desde la Revolución Francesa, lo múltiple no ha gozado de reconocimiento y significación artística hasta épocas muy recientes. Pues el sistema tradicional y “aristocrático” del arte ha estado basado en prestigiar lo único, singular y exclusivo sobre lo múltiple-igualitario. Incluso en su etapa más reciente, la modernidad elaboró una figura de rango que aún perdura: la idea romántica del genio. Según esta, la obra artística sería la expresión espontánea de un momento irrepetible traspasado por la capacidad plástica, intuitiva y visionaria del artista.

Sin embargo, podemos decir que hoy cabe traer a debate la prevalencia real de uno y otro mito, a través de la identificación de algunas manifestaciones formales del arte actual, que nos lleva a considerar la emergencia y triunfo de lo múltiple sobre lo único. La modernidad ha quedado recientemente definida por el desarrollo imparable y sin precedentes de los medios técnicos y tecnológicos de registro y creación de imágenes. Frente a ellos la pintura repite procesos que han permanecido prácticamente inalterables desde hace siglos. Las nuevas infraestructuras mediáticas con que se elabora, presenta y difunde la imagen, están todas basadas sobre un potencial multiplicador y esto determina y propone nuevas posibilidades para la creación artística. Dada esta nueva situación, ¿alberga lo único y original alguna posibilidad de pervivencia?

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